Los despiadados.

Galopan rápidos,
mordaces
y tiránicos,

por llegar

hasta su presa,
la elegida
entre todas,
la agraciada,
la amada por ellos,
para su desgracia.

Dulcificando la voz
bajo la piel de cordero,
el aullido de su voz
lo ahogan 

con besos tiernos,

que esconden un ser fiero.

Expertos en mascaradas,
ocultan sus ojos
mitigando la bestia
que de ellos nace,

esperando hasta que la presa

caiga en sus redes salvajes.

Al amparo
de la luna llena,
excusan su ser bestia,
sin tener duelo
por el daño infringido,
sin disculpa,
sin arrepentimiento.

Si les ves ellos te ciegan,
si les oyes te condenan,
si les vives te asesinan,
si los sientes 

ellos se vengan.

Mortifican tu mente
hasta anularla,
tu alma
hasta saciarse,
tu corazón
hasta violar tu inocencia.

Señores
durante el día,
solo fieras
bajo la luna llena,
y culpable tú por estar,
cuando ella se refleja.

Resortes que saltan solos,
para defender lo indefendible,
la crueldad temible,

impensable para alguien

con un ánima tierna y libre. 

Mecanismos de defensa
de su alma envenenada,
para esconder
las maldades,
para exculparse.

Así son los despiadados,
los crueles,
los dañinos,

los brutales,

que aparecen en la vida

de tiernas almas cazables.