jueves, 12 de marzo de 2020

Enfrente

Levanta las manos,
la voz del desprecio
y con ello cierra los besos,
reclama en su vida
tener sus derechos,
manifiesta abierta
que la importa todo un bledo,
que su vida es suya
y lo demás jaulas de ratón
o tronos de celos,
sin pelos en la lengua
ataca porque ella lo vale,
porque cree estar en lo cierto.

La otra se esconde
en su yo qué habré hecho,
yo que lo doy todo
y esto no merezco,
en su lo que llevo ya sufriendo
lo no escrito en el cielo,
yo que soy tan buena,
yo que soy contento,
que no soy ninguna bruja
y uñas no tengo ni enseño.

Por otro lado tenemos
quien reclama al tiempo
que por qué no ha hecho nada
por qué ni ha puesto remedio,
que ojalá cure
cuando pase presto,
pero apoyando a la prima furia,
desatina el acierto
de la voz madura
curtida por ese tiempo
al que reclama arreglo.

Enfrente,
lo olvidado y dejado al viento,
que observa perplejo,
sujetando que no cuenta
desde hace demasiados inviernos,
aquello que han apartado
con el paso de ese tiempo,
ese que no arregla nada
si nada hacemos,
ese que tan solo pasa
para ver si hay amor por medio,
ese que ha ido pasando
hasta que murió lo bello
por abandono y menosprecio.