En su madurez

Más libre de lo debido
fue esquivando los rugidos
de dictaduras eternas
y de golpes indebidos.

A los catorce le hicieron
uniforme de botones,
mandaron algún recado
y llenaron de sermones
de lo bueno y malo,
lo decente y lo cristiano.

Vivió como caballero andante
metiéndose entre dragones
que endurecieron su frente
y forjaron en errores,

compraron al niño
que por dentro soñaba,

haciéndole hombre

antes de tener barba,
y con lo que ganaba,
quiso romper su designio
y jugó a que era grande,
intrépido y valiente,

a pesar del miedo de niño

que aún estaba latente.

Como Hércules con sus pruebas,
consiguió encontrar destino;
se le amainaron las aguas,
se asentó en buen cobijo,
y hoy en su madurez
sus manos son su escondrijo
para desarrollar talentos
entre números escondidos.

Cáscara dura,
corazón fino,
lo mismo hacía un belén
que cantaba a un gran Silvio;
y ahora en su madurez
le descubrimos al niño.